Elisabeth von Wittelsbach, Duquesa en Baviera, Emperatriz de Austria, Reina de Hungría (1837-1898), aunque muchos la conocemos como Sisi Emperatriz. Ello es debido al gran número de películas que se filmaron sobre su vida y que nos dan una imagen dulzona y almibarada de esta sorprendente mujer.
Hermosa y culta, inteligente además era esbelta porque medía 1,72 m lo que era mucho para una mujer de su época. Pero la joven Elisabeth se obsesionó con la idea de no pesar más de 50 kg y de que el perímetro de su cintura estuviese siempre en 47 cm, a pesar de dar a luz a cuatro hijos. Daba largas caminatas y montaba a caballo a diario. Se hizo instalar en palacio un equipo completo de: anillas, escaleras, barras, pesas, para poder practicar deporte. Sisí agota a sus damas de compañía incapaces de seguirle el ritmo.
En cuanto a la alimentación, Sisí come como un pajarito, algunas frutas, algo de pescado y el jugo obtenido al prensar la carne son casi las únicas cosas que ingiere. Es probable que vomite además en muchas ocasiones. Está claro que si hubiese vivido en nuestro tiempo cualquier médico le habría diagnosticado anorexia y todo parece apuntar a que probablemente también bulimia.
Parece ser que ya cuando conoció a su futura suegra, la archiduquesa Sofía, ésta se asombró de lo amarillos que tenía los dientes con apenas 17 años. Luego a lo largo de su vida fue perdiendo los dientes y en ningún retrato ni fotografía se la ve con la boca ni siquiera entreabierta. Además la emperatriz fumaba, una rara costumbre para una mujer de su época que contribuiría a amarillear sus dientes.
A partir de los 35 años la emperatriz cubre su rostro en público con un velo azul, una sombrilla o un abanico negro y no se deja fotografiar más.
¿Qué efectos tienen la bulimia en los dientes?
Los enfermos de bulimia se provocan repetidamente el vómito tras haber comido y con ello hacen que lleguen a la boca los fuertes ácidos que tenemos en nuestro estómago y que son los responsables de digerir en parte el alimento. El ácido estomacal daña el esmalte dental, al principio la cara interna del diente y allí donde se unen estos con la encía, aunque terminarán por afectar a todos los dientes con el tiempo si no se para. El ataque ácido repetido va dejando expuesta y desprotegida la parte más blanda del diente, la dentina, a la acción de las bacterias que nos producen las caries y va haciendo más frágiles los dientes que tienden a fracturarse con facilidad.
Además durante los repentinos ataques en los que los enfermos comen compulsivamente suelen ingerir grandes cantidades de alimentos azucarados y harinosos con lo que ayudamos a las bacterias a reproducirse y atacar los debilitados dientes que se encuentran desprotegidos por la ausencia de esmalte, el sistema inmunológico débil y la falta de saliva.
Cuando vomitamos además, tendemos a cepillarnos los dientes para acabar con el desagradable sabor y olor que se nos queda en la boca y lo que en realidad hacemos es dañar aún más el esmalte que en esos momentos de encuentra debilitado por el ácido. Es el mismo efecto que ocurre al cepillarnos tras haber tomado un refresco, vino, vinagre u otras sustancias ácidas. Lo mejor es pues enjuagarnos con agua y esperar al menos media hora antes de cepillarnos. Masticar chicle sin azúcar también ayuda.
¿Y la anorexia?
En cuanto a la anoxeria, nos restringe enormemente la cantidad de nutrientes que necesitamos para mantener nuestros huesos y encías sanos. Debido a ésto nos encontraremos con muchos casos de osteoporosis y de gingivitis o peridontitis que a la larga acabarán por hacer que perdamos piezas dentales.
¿Que debemos hacer?
Indiscutiblemente lo mejor para no tener estos problemas es abordar el problema de base, es decir, la anorexia y o la bulimia para evitar los problemas, no solamente dentales sino de todo tipo, que estos trastornos provocan en nuestra salud.
Acudir a nuestro dentista para que pueda valorar los efectos que la enfermedad ha provocado en nuestros dientes es fundamental.
En una pena que una mujer como la emperatriz Sisí tuviera que esconderse tras un velo o un abanico porque su obsesión por mantener una cintura de avispa la dejase desdentada. En ocasiones parecía tonta cuando hablaba con los labios semicerrados pero era era inteligente y culta, y hablaba cinco idiomas. Es una pena que muchas mujeres, y hombres, fundamentalmente jóvenes, conviertan un número en una báscula en el centro de su vida sin poder ver como su salud se desmorona al mismo tiempo que va bajando la cifra en la pantalla.